Hoy quiero compartir contigo, con Usted(es), un artículo del periódico colombiano El Tiempo que me llegó ayer. Es una contribución hacia el debate que tenemos que llevar adelante, el del conflicto de interés entre las industrias de materias primas como el carbón, y el medio ambiental, el turismo, el bienestar de la población local, los derechos humanos.
A ver lo que me dices. :)
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Septiembre 16 de 2007 -
Carbón y playa no van
La polémica que ha generado el proyecto de construir un megapuerto carbonífero en la entrada del Canal del Dique en Cartagena no es de poca monta. No solo ha enfrentado los intereses de la industria minera y la hotelera, sino que se ha trasladado al interior del propio Gobierno: el Ministro de Minas y Energía defiende el proyecto como gran generador de divisas y empleos, y el de Transporte concedió, a través de Inco, permiso para un muelle carbonífero en la isla de Barú, en aparente violación del POT de Cartagena, mientras que el Ministro del Ambiente ha dicho que la obra proyectada carece de licencia ambiental y que el permiso de Inco no la remplaza.
En el fondo, la polémica atañe al modelo mismo de desarrollo que adopte el país para los años venideros. La alternativa del turismo, la llamada 'industria sin chimeneas', representa un enorme potencial de desarrollo y empleo en la costa caribe colombiana. El solo proyecto hotelero de Barú (congelado ante la perspectiva del puerto carbonífero) se calcula que traería cerca de 400 mil nuevos turistas al año y generaría 350 millones de dólares anuales en divisas. Por su parte, la boyante industria carbonífera exporta 60 millones de toneladas al año por valor de más de 2.800 millones de dólares anuales, lo que ha convertido el carbón en el segundo rubro de exportación colombiano.
Las posibilidades turísticas del país son infinitas y aún están en pañales, mientras que las reservas probadas y la calidad del carbón colombiano permiten esperar que su exportación se duplique en pocos años y sobrepase la cifra de 5.000 millones de dólares anuales. Ambos son grandes motores de empleo y crecimiento económico, pero la pregunta es qué tan compatibles son cuando se desarrollan en la misma región. El ministro del Ambiente, Juan Lozano, dijo la semana pasada que se ha demostrado que "las vocaciones turísticas son incompatibles con las de exportación de carbón".
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La amarga experiencia sufrida por el sector turístico de Santa Marta con las empresas carboníferas respalda la afirmación del Minambiente. La contaminación de las playas y la atmósfera por el polvillo del carbón ha sido altamente nociva para el entorno y ya ha producido el cierre de hoteles como el Decamerón. En Cartagena, la perspectiva de un puerto así ha disparado las alarmas de ambientalistas y hoteleros, que advirtieron que "sería devastador para la ciudad y para el turismo".
Los promotores del proyecto, liderado por la multinacional canadiense Coalcorp, en asocio con empresarios nacionales y con apoyos políticos locales y nacionales, aseguran que la moderna tecnología que emplearán garantiza un "transporte limpio-directo" del carbón. La verdad es que no se conocen muchos ejemplos exitosos o "limpios" de desarrollos carboníferos en zonas turísticas de playas blancas y mares azules. El de Santa Marta y sus alrededores ha generado sin duda valiosas divisas para la economía, pero ha resultado desastroso para la vocación turística de la región. Aun en el caso de que se controlara la dispersión del polvillo en el aire, hay que preguntarse por el impacto visual y paisajístico de un gigantesco embarcadero de carbón a pocos kilómetros de Barú y las islas del Rosario.
En la polémica en curso no dejan de sorprender las contradicciones del Gobierno, que está tratando de desmontar los puertos de carbón en inmediaciones de Santa Marta por el problema ambiental y, al mismo tiempo, está apoyando (a través de algunos voceros) la construcción de otro puerto en el área de uno de los más valiosos polos de desarrollo turístico de Cartagena. También llaman la atención las versiones que circulan sobre la forma como fueron adquiridos los terrenos de Barú, las presiones políticas y de otra índole sobre el Concejo de Cartagena, el permiso concedido por Inco y el futuro del POT de la ciudad.
Todas estas cuestiones deberán ser investigadas y aclaradas. Por lo pronto, ya ha sido convocado un gran foro ambiental para realizarse el 3 y el 4 de octubre en Cartagena, y el senador Javier Cáceres anunció un debate sobre el tema en el Congreso. Y aunque la última palabra debe tenerla el Ministerio del Ambiente, también sería deseable que tanto los concejales como las autoridades ambientales locales y los candidatos a la alcaldía de Cartagena se pronunciaran todos sobre un tema tan significativo para el futuro de su ciudad.
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Aunque el debate apenas comienza y seguramente faltan elementos de juicio, el proyecto carbonífero de Barú suscita profundas inquietudes. Colombia debe aprender de las experiencias internacionales -y de las propias- en una materia que afecta tan directamente el desarrollo de un país y el bienestar de sus habitantes, como es el medio ambiente. Recursos como el carbón se acaban, pero las playas y el mar son eternos. Si los sabemos respetar y conservar.
Parece un despropósito, en este sentido, construir puertos carboníferos precisamente en las dos zonas turísticas más importantes y emblemáticas del país. Habría que hacerlos en otros lugares, donde el impacto sea menor. Aunque les cueste un poco más a las empresas del carbón, que de lo único que no se pueden quejar es de las enormes utilidades que producen.
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